Para la psiquiatra y terapeuta francesa Marie-France Hirigoyen, existe la posibilidad de destruir a alguien sólo con palabras, miradas, mentiras,humillaciones o insinuaciones, un proceso de maltrato psicológico en el que un individuo puede conseguir hacer pedazos a otro. Es a lo que denomina violencia perversa o acoso moral.
El acoso moral propiamente dicho se desarrolla en dos fases: la primera es la fase de seducción perversa por parte del agresor, que tiene la finalidad de
desestabilizar a la víctima, de conseguir que pierda progresivamente la confianza en sí misma y en los demás; y la otra, es la fase de violencia manifiesta.
El primer acto del depredador siempre consiste en paralizar a su víctima para que no se pueda defender. Pretende mantener al otro en una relación de
dependencia o incluso de propiedad para demostrarse a sí mismo su omnipotencia. La víctima, inmensa en la duda y en la culpabilidad, no es capaz de reaccionar.
Todos estos son una serie de comportamientos deliberados del agresor destinados a desencadenar la ansiedad de la víctima, lo que provoca en ella
una actitud defensiva, que, a su vez, genera nuevas agresiones.
La estrategia perversa no aspira a destruir al otro inmediatamente; prefiere someterlo poco a poco y mantenerlo a disposición. Lo importante es conservar
el poder y controlar. Intenta, de alguna manera, hacer creer que el vínculo de dependencia del otro en relación con él es irremplazable y que es el otro quién lo solicita.(Al anular las capacidades defensivas y el sentido crítico del
agredido, se elimina toda posibilidad de que éste se pueda rebelar. Éste es el caso de todas las situaciones en las que un individuo ejerce una influencia exagerada y abusiva sobre otro, sin que éste último se de cuenta de ello).